Ex
socióloga dedicada a cultivar lo que está emergiendo.
Vivir en la paradoja
¿Cómo describir nuestra actual condición existencial?
Somos como el peregrino que emprende,
tranquilo, un camino convencido está de llegar a su preciado destino. Después
de sortear innumerables tropiezos se encuentra con que el camino termina en un
río. El peregrino se detiene frente al
río deseoso de pasar a la otra orilla
pero…. no encuentra la embarcación que lo lleve! El camino, conocido y seguro,
que ha seguido hasta ahora lo ha
conducido a un impasse, un callejón sin salida: lo que era correcto de
pronto ya no vale y se vuelve aparentemente falso. Está viviendo una paradoja.
Estamos parados en la ribera conocida del río, sabemos
que tenemos que cruzarlo para sobrevivir, alcanzamos a vislumbrar la otra
ribera, con sus contornos difusos, pero no acabamos de comprender cuál será el
medio, la herramienta, la poción mágica,
que nos llevará hasta ella ni con qué nos encontraremos allá, ¡si es que
alguna vez la alcanzamos! No es que
queramos do ir tras un sueño, un
Cielo, un Paraíso o una Tierra
prometida; precisamos de lo inmediato y básico: la posibilidad de dar con el
modo de vida que nos permita sobrevivir como individuos y como humanidad.
Porque éste es un viaje tanto individual como colectivo.
No es nuestra vida como mamíferos la que está en crisis, sino nuestra mente. Es una crisis de la conciencia. Lo que está
en juego es ni más ni menos que la forma en que nos relacionamos con la
realidad. En el curso de
un mismo día podemos encontrarnos frente
a situaciones que nos interpelan en lo más profundo: desde el aire que
respiramos que en vez de oxigenarnos nos intoxica, el miedo a ser agredidos en
cualquier momento tanto en lugares públicos como privados, el stress y
agotamiento en el trabajo que nos provee el ingreso, la violencia en las
relaciones que debieran gratificarnos,
el efecto colateral de un tratamiento médico, la corrupción de políticos que nos representan, el abuso de
algunas empresas…… La lista es interminable de situaciones que nos devuelven lo
contrario de lo esperado. La vida parece decirnos “Esto no es una pipa”.
No hay ámbito de la vida que no esté atravesado por la
misma paradoja: nos damos cuenta que algo anda mal, no sabemos por qué, y
aunque lo sepamos somos incapaces de hacer algo para cambiar. Vivimos entre la
incomprensión y la impotencia. La mala
calidad de vida nos incita a dejar las ciudades, pero igual nos quedamos.
Sabemos que los alimentos contienen sustancias tóxicas pero los seguimos
comprando. Solemos afirmar que la salud
se ha convertido en un negocio pero no confiamos en las formas alternativas de medicina.
La violencia urbana nos vuelve cada vez más defensivos y paranoicos. Elegimos
gobernantes en los cuales no confiamos.
Sufrimos el efecto de una crisis generada por un puñado de magnates
financieros en un país remoto cuyas movidas nos afectan. Le confiamos nuestro
dinero a banqueros inescrupulosos. La
inercia es más fuerte que nuestra conciencia.
Detrás de estas experiencias de sin sentido y de falta
de comprensión hay una amenaza virtual: la de un colapso mayor. Porque podemos vivir cómodamente aunque no
tengamos certezas respecto del origen del Universo o acerca de qué ocurre
después de la muerte. En cambio la
amenaza de una catástrofe inminente corroe nuestra mente consciente o
inconscientemente. Lo paradojal está en
que a pesar de los grandes logros alcanzados por la humanidad, justo cuando tenemos medios considerables
para enfrentar los problemas, la situación global se agrava frente a nuestros
ojos! Angustia, Incertidumbre. Algo así
deben haber vivido los japoneses-habitantes del país tecnológicamente más
desarrollado del mundo-cuando el año 2011 de nada sirvieron los diques, los sistemas de alerta, el agua se llevó
todo y dejó la tierra tal como era antes
de la intervención humana.
La psiquis del ser humano contemporáneo está
atravesada por los síntomas de una crisis de civilización. Sus causas no vienen, como en otros momentos de la historia, de las
guerras, epidemias, hambrunas, escasez económica, luchas raciales o sociales. El pensamiento lineal de la lógica racional no
nos sirve para explicarla. Esta se
expresa como un estado de perplejidad, asombro, miedo o ansiedad
difusa. Puede surgir de la nada, por un
hecho fortuito, en un instante en que
experimentamos una emoción fuerte, o
simplemente cuando despertamos sobresaltados de un sueño. Lo que tienen de
común estas sensaciones es que apuntan
en forma cada vez más nítida al
agotamiento del sentido común compartido, de las formas convencionales
de pensamiento. Sabremos que es así
cuando sintamos no las explicaciones habituales que nos damos no nos convencen
ni a nosotros mismos. Estamos muy bien informados, sabemos lo que ocurre, pero
no sabemos por qué! No tenemos cómo interpretar la experiencia y por eso nos
sentimos mal.
Hemos perdido el control de nuestras vidas, o más
bien, la ilusión del control que nos entregaba la visión moderna de un mundo
movido por la idea de Progreso. Se necesitan nuevos principios, nuevos valores a la altura de los desafíos
que enfrentamos. Entretanto tenemos que contentarnos con habitar un mundo que
se nos presenta como paradojal, más allá de lo creíble y sin embargo tan
real! Manejar la paradoja es importante para desarrollar
una mente creativa. La habilidad de mantener dos ideas opuestas en mente al
mismo tiempo y todavía ser capaz de funcionar es, según decía Scott Fitzgerald,
un indicador de que estamos frente a una inteligencia de primera.
Vivir en la paradoja es ser capaz de sostener los opuestos en la
mente, considerar sus relaciones, similitudes, relaciones, para crear algo
nuevo.
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