Enrique Escobar


Psiquiatra chileno- venezolano rancagüino, escribidor, ex-preso político.



URGENTE

No deja de sorprenderme que los sectores progresistas de la Nueva Mayoría, que gobernará la nación, al menos durante los próximos 4 años, no haya incluido en su agenda programática una reestructuración a fondo de la televisión chilena.
La mala calidad de los programas no es fruto de la casualidad. Tras ella hay un trasfondo político perverso dedicado a atrofiar la mente de la ciudadanía, a desarrollar algo opuesto a lo que implica poseer la calidad de  persona, pues las personas piensan, aprueban, disienten, tienen principios valóricos elaborados por su propio raciocinio, no impuestos por padres o abuelos, las personas, unas más otras menos están interesadas en poseer conocimientos, basados en su capacidad  de analizar el inmenso bombardeo informático que reciben en todo momento por la televisión, la radio, los periódicos y libros. La función principal de esta televisión comercial, decadente consiste en mantener a la población lo más alejada posible del conocimiento o bien entregarle informaciones tergiversadas, tendenciosas o falsas.  El conocimiento por su propia esencia es subversivo, pero la subversión no consiste en tirar piedras, a los dueños del poder económico les agrada ver encapuchados desquiciados lanzando piedras. Lo que ellos no toleran es la subversión de las ideas, un pueblo pensante y por lo tanto con capacidad de crítica social, constituye para los magnates el mismo demonio.
Por eso nuestra televisión es tan burda, entrega sólo vacío. Proliferan los programas destinados a idiotizar a niños, hombres y mujeres. Horas y horas de programación dedicados propagar chismes, a prefabricar rencillas e infidelidades. Espero lector, cualquiera sea su sexo o su edad que usted no vaya a pensar que los odios entre la Kenita Larraín y la Fiera son reales, no,  forman parte nada más que de una vulgar patraña.  No es tampoco casualidad que los chismes ocurran casi siempre entre mujeres, forman parte de la misoginia, de la discriminación sexual. Tampoco es extraño que los enredos ocurran siempre entre mujeres poseedoras de un culo descomunal y de tetas superlativas, por lo demás tetas y culos absolutamente falsos, productos de esos mercaderes médicos dedicados a la cirugía estética comercial.  La televisión dedica gran parte de su espacio a promover a la mujer como un objeto sexual, es decir a prostituirlas.  Mientras tanto los escasos programas de contenido predominantemente cultural yacen recluidos a un horario inhóspito fuera del alcance de la gran mayoría del público. Una buena parte de los programas humorísticos es dedicada sólo a humoristas que no pasan de la altura de los genitales, con chistes anunciados desde antes de que abran la boca.  Exceptúo a humoristas serios como Coco Legrand, Kramer y Bombo Fica. A menudo se muestra a los homosexuales como parte de la degradación de los canales televisivos, al recalcar en ellos nada más que lo referente a la genitalización, banalizando de esta manera una condición humana.  Por supuesto que también el deporte es relegado sólo a una condición de mercancía.  Es muy raro que se transmitan eventos deportivos que se mantengan en el plano amateur. Los deportistas se muestran proporcionalmente a los millones de dólares que ganen.
Resulta urgente incorporar una nueva estructura y filosofía televisiva al programa de gobierno de Michelle Bachelet. Ello no se conseguirá gratis, pero si los partidos políticos progresistas, los movimientos sociales, los estudiantes, el mundo cultural y los deportistas aficionados confluyen o manifiestan en todas partes su voluntad de cambio, será posible mejorar este elemento tan importante de la cotidianidad para que no siga achatando nuestras vidas y dañando, idiotizando a los niños.  

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